Península nos trae en esta ocasión uno de los ensayos más conocidos del pensador letón Isaiah Berlin. La obra gira en torno a la cita del poeta griego Arquíloco: «La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante». Es a partir de esa afirmación desde la que se fundamenta Berlin para ofrecernos un análisis de los diferentes tipos de personas. La zorra y el erizo son dos ejemplos de principios y valores que pueden ayudarnos a realizar una clasificación sociológica del ser humano.
Cuando Berlin toma prestada la frase de Arquíloco, lo hace con la idea de confrontar dos enfoques distintos, aunque no antagónicos. Por un lado, el erizo representa a aquellos que rebosan certezas, personajes que tienden a interpretar la realidad como un todo cerrado y bien definido. En este grupo el autor incluye a algunos ejemplos destacados como Platón, Lucrecio, Hegel, Dostoievski o Braudel. Por lo general, todos coinciden en ese análisis del mundo realizado desde una misma óptica, dejando así pocos cabos sueltos.
Al otro lado se encuentra la zorra. En esta categoría Berlin encuadra, entre otros, a Aristóteles, Erasmo, Shakespeare, Pushkin o Joyce. La diferencia con el caso anterior es que ellos reniegan de una visión única de la realidad, están abiertos a la incertidumbre. La vida se conforma de diferentes experiencias que nos obligan a mantenernos cautos con lo que pretendemos conocer.
Este contraste lo encontramos también en Padres e Hijos de Turgeniev. Por un lado los jóvenes progresistas, predecesores de los bolcheviques, y los conservadores eslavófilos. En una de sus páginas se recoge una cita que ejemplifica bastante bien la esencia de El erizo y la zorra: «Tenéis sustancia pero no fuerza» -dijo el joven- «Y vosotros tenéis fuerza pero no sustancia» -replicó el adulto. Aun habiendo una gélida y extensa estepa de por medio, y casi un siglo de diferencia, aquellos jóvenes rusos no se diferenciaban tanto de los muchos de los europeos que cayeron ante las sirenas del totalitarismo. Creían fervientemente, como buenos erizos, en una solución drásticas para la decadencia de su mundo.
No obstante, esta clasificación no es dogmática ni antagónica. Uno no nace y vive toda su vida con la misma condición. De hecho suele ocurrir todo lo contrario. Tendemos a mirar abrumados a nuestro pasado, preguntándonos quiénes fuimos realmente entonces. Es ahí donde surge la figura central de esta obra, León Tolstoi.
El protagonismo de Tolstoi en este ensayo recae en lo bien que lo conoce Isaiah Berlin y en la preocupación que éste muestra por la disciplina histórica. Según el autor, Tolstoi estuvo alternando los papeles de erizo y zorra. Hasta tal punto que Berlin se niega a encajarlo categorícamente en ninguno de los dos. En Guerra y Paz compagina el relato literario con la narración histórica, concretamente lo que refiere a las guerras napoleónicas. Son en esos capítulos donde deja caer algunas reflexiones sobre papel de la Historia y el historiador. Por tanto, si es usted un lector rusófilo, tendrá la oportunidad de conocer un poco más a Tolstoi. La perspectiva de Berlin es un detalle excepcional en el ensayo.
Su lectura se antoja sencilla y de especial interés para aquellos que aún no conozcan a Berlin. No esperen encontrarse con una espiral filosófica interminable, nada más lejos de la realidad. Lo acertado de este ensayo es lo clarividente que es a la hora de expresar la idea principal que motiva la obra. Si además anima a conocer un poquito más al autor, nosotros ya damos su labor por completo.
Isaiah Berlin fue una de las figuras más brillantes del pasado siglo. Su compromiso con la libertad y devoción erasmista lo convirtieron en una figura clave para comprender la incómoda relación entre las sociedades del XX y los totalitarismos. Es autor de obras destacadas como Karl Marx. Su vida y su entorno, Dos conceptos de libertad o Las raíces del romanticismo.
Gracias por esta reseña breve pero precisa y clara.