El mundo que forjó la peste – James Belich

Desperta Ferro publica una obra global y de larga duración que analiza la influencia de la pandemia en la primera oleada de colonialismo

El mundo que forjó la peste – James Belich | Tapa blanda, Desperta Ferro, 752 pgs.

En las últimas décadas, los estudios de microhistoria han entrado como un torbellino en la academia, sus perspectivas locales y casi íntimas han sido un soplo de aire fresco más que bienvenido en la historiografía. Por contra, creo que en ocasiones nos olvidamos del valor de los estudios más generales, de que ambos son igual de válidos e interesantes y de que se retroalimentan a la perfección. Quizás es un defecto propio de una disciplina que nos empuja a enfocarnos en un tema concreto, anidar allí y, en todo caso, alzar el vuelo más adelante si es nuestro deseo.

A pesar de este interés por lo particular no nos han faltado publicaciones de perspectiva general, y es que la academia siempre será hogar de lo diverso; así es como hacemos Historia. De modo que puedo exagerar, pero creo que esta situación hace que El mundo que forjó la peste (Desperta Ferro), de James Belich, un estudio global y de larga duración, sea si cabe más valioso e interesante.

El autor plantea en esta obra cómo la famosa pandemia afectó a las distintas sociedades de Eurasia y zonas del norte de África, cómo las transformó y preparó para el despegue económico y expansionista. Un ciclo de exploración, conquista y colonialismo en el que incluye protagonistas que tradicionalmente han sido ignorados en la historia del colonialismo por no ser europeos.

Lo que hace Belich es integrar la peste dentro de un conjunto de factores que explican este despegue económico tras la pandemia, que posteriormente permitió y alimentó ese expansionismo. De este modo, nos lleva desde los imperios comerciales de Génova u Omán, pasando por los imperios ibéricos hasta llegar al dominio británico del comercio mundial.

Pulgas y caravanas

Pero antes de llegar a ese punto, lo primero que hace El mundo que forjó la peste es hablarnos de la pandemia, de la bacteria yersinia pestis, de pulgas, ratas y otros roedores. Llega tan lejos Belich que incluso se adentra en la prehistoria de la infección y cómo, posiblemente, llegaron las pulgas portadoras de pestis desde las montañas Tian (Kazajistán, Kirguistán y China) hasta el Volga medio a través de grandes jerbos y camellos de caravanas comerciales.

James Belich tumba varios mitos acerca de la extensión y efecto de la peste durante estos primeros compases del libro. Sostiene, con numerosas referencias, que el brote del siglo XIV estuvo más cerca de matar al 50% de la población europea que al 20% (como todavía sostienen otros investigadores), y que llegó tanto a regiones bálticas y de Europa oriental como al norte de África y la Península arábiga.

Sobre estas cifras se asienta una de las tesis centrales del libro: esta caída tan dramática de la población generó una suerte de prima por peste que mejoró los salarios por el aumento de la demanda de mano de obra, permitió (hasta cierto punto) un mayor acceso a tierras y estimuló ingenios necesarios en una época de crisis.

Pólvora y seda

El mundo que forjó la peste continúa, sobre esta base, describiendo y analizando todas las novedades tecnológicas e institucionales que aparecieron entre los siglos XIV y XV fruto, en mayor o menor medida, de la pandemia. Molinos hidráulicos, armas de pólvora, mejoras en armamento de acero, barcos de mayor calado, gafas y velas son, entre otros, algunos de los ingenios que el autor considera “hijos” de la peste.

Es, quizás, en estos compases del libro donde más de un lector que tenga un conocimiento profundo sobre algún tema pueda pensar que algunos planteamientos de Belich están cogidos con alfileres. A pesar de algunas frases un tanto lapidarias, él mismo insiste a menudo en que muchas de estas tecnologías ya estaban presentes, pero la situación que generó la peste las hizo más necesarias e impulsó su desarrollo. La cosecha de este impulso no fue siempre inmediata y, en algunos casos, sólo se pudo recoger a partir de finales del XV, como es el caso de las armas de pólvora en el campo de batalla.

Aquí tendríamos la base de lo que Belich llama el kit de expansión de las potencias europeas pero, ¿por qué expandirse? Volvemos atrás, a la peste. El aumento medio de los salarios estimuló el comercio de pieles, especias, hierro, telas y otros bienes. Comenzó una búsqueda y fiera competencia por acceder a los recursos que, con el tiempo, llevó a las potencias europeas atlánticas a usar esos nuevos barcos para bordear África, toparse con América y dar la vuelta al mundo. Máxime cuando tenemos en cuenta que los Otomanos, la nueva gran potencia del XV cuyo ascenso lo facilitó la peste, era un tapón entre Occidente y los deseados bienes del lejano Oriente.

De modo que Belich plantea que existía una necesidad (aparecieron más con el tiempo) y unas herramientas para saciarla, ambas propiciadas, en parte, por la peste. La ecología y la cultura de cada sociedad son también factores determinantes para la configuración de este kit y, una vez que deja esto claro, el libro se adentra en la historia de esa expansión, que nunca fue exclusivamente europea.

Eurocentrismo y expansión

A partir de aquí, El mundo que forjó la peste explora, de manera cronológica, la participación de los distintos actores que formaron imperios comerciales, colonias o expansiones territoriales. La pandemia siempre es una de las claves para entender este expansionismo, ya que fue posible gracias al ya mencionado kit.

Veremos el caso de Génova, que asistió más adelante a Portugal y España e inspiró a Holanda y Gran Bretaña, el de Lubeca o el olvidado Imperio omaní. Belich trata los casos de éxito, pero también habla de los intentos otomanos en el Índico, el curioso caso del Imperio mogol o la expansión rusa hacia el Pacífico.

En cada uno de estos casos, el autor ofrece el contexto necesario para que cualquier tipo de lector entienda la situación histórica general y particular. De modo que, aunque no sepamos nada de la China de los Qing o del Omán del XVII, el libro nos dará las coordenadas necesarias para situarnos sobre el mapa histórico y que no nos perdamos durante sus más de 600 páginas.

Una de las cuestiones de fondo en esta parte final de El mundo que forjó la peste es que esta expansión no fue exclusiva de Europa. Ya hemos mencionado el caso de Omán y el autor también rescata de la amnesia académica occidental con el breve control marroquí sobre Songhai. Con todo, quizás uno de los casos que más llamen la atención es el de claro éxito ruso, aunque la historiografía ha sido y es ambivalente a la hora de contar con Rusia como parte de Europa e incluso Occidente.

Defiende aquí Belich que no es necesario que el colonialismo se ejerza sobre tierras separadas por mares, también se puede hacer por tierra, como Rusia o Marruecos, y es que a veces hay océanos de montañas, desiertos o poblaciones sin controlar entre conquistadores y conquistados. También pone en duda el mismo hecho de los imperios y sus conquistas, y es que gran parte de estos estados ejercieron un dominio nominal sobre gran parte del territorio reclamado, y sólo uno real o completo sobre cadenas de puestos comerciales y fortalezas.

Debate historiográfico

La Historia nunca estará completa y siempre habrá lugar para descubrimientos que aporten datos a lo que ya sabíamos, así como reinterpretaciones de ese conocimiento. Belich hace un poco de ambas cosas. El mundo que forjó la peste no es un shock historiográfico que proponga un cambio radical, pero conecta muchos puntos que necesitaban enlazarse y tiende puentes entre disciplinas como pocos han hecho antes.

La disciplina central del libro es la Historia económica, pero también hay mucha importancia de la Biología y la Ecología, con pinceladas de otras muchas, como la Historia militar, social, cultural y religiosa. Esta rica mezcla multidisciplinar es una cualidad digna de admiración, y un requisito indispensable para los estudios de larga duración, especialmente con este cariz global.

El trabajo de documentación de James Belich ha sido monumental. Es evidente la vasta cantidad de temáticas que ha estudiado para escribir esta obra, así como la amplia experiencia de décadas en la investigación que tiene a sus espaldas. Un conocimiento que ha condensado en este libro de manera sencilla y con una escritura transparente, la traducción, a cargo de Ricardo García Herrero, respeta la intención del manuscrito original.

El mundo que forjó la peste es un magnífico estudio que dará que hablar entre la academia y el gran público durante décadas, generará charlas acaloradas y amistosas y nuevas publicaciones que lo confronten, maticen o amplíen. Belich ha firmado una obra que generará debate no por dividir o enfrentar, sino por enlazar disciplinas, ampliar horizontes y tender puentes.

φ En portada: El triunfo de la muerte, Pieter Brueghel el Viejo

James Belich es licenciado por Historia en la Universidad de Victoria (Nueva Zelanda), doctor en Oxford y ha impartido clases en la Universidad de Auckland, en la Universidad de Victoria de Wellington y en la Universidad de Oxford. Es director del Centro Oxford de Historia Global y ha dedicado su carrera a los estudios globables y de larga duración así como la Historia comparada, con temáticas como el imperialismo, las ideas raciales o el origen del expansionismo europeo.

Publicado por

Graduado en Historia en Sevilla. Entré en esto para saber más de Grecia y Roma y acabé liándome con un tema de moriscos y rebeliones.

Síguelo en Twitter

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.