La Primera Guerra Mundial en Oriente Próximo

Oriente Próximo fue un frente residual en la Primera Guerra Mundial, sin embargo, esconde algunos de los capítulos más terribles de todo el conflicto

La Gran Guerra llegó muy pronto a Oriente Próximo. Cuando a finales de 1914 los otomanos se unieron a las Potencias Centrales, como ya explicamos en su momento, se activaron frentes en Mesopotamia, el Cáucaso y Arabia. Tan solo cuatro días después de la entrada de los otomanos en la guerra, los británicos tomaron Fao, que por su ubicación estratégica les permitió dominar el Golfo Pérsico, culminando y asegurando el control de la zona costera con la toma de Basora unos días después.

El Imperio Otomano y la rebelión árabe

Los británicos tenían numerosos intereses en Oriente Próximo, uno de ellos era el Canal de Suez. En Egipto concentraron numerosas tropas para proteger el Canal, en peligro a pesar del Tratado de Constantinopla de 1888, en el que los otomanos firmaron permitir el paso de navíos tanto en tiempos de guerra como de paz. Pero cortar la comunicación entre la cabeza de la Corona británica y la India era demasiado interesante como para respetar ningún tratado. De hecho, en enero de 1915, los británicos ya tuvieron que hacer frente a un ataque turco-alemán sobre el Sinaí. La península estuvo en disputa hasta 1917, es decir, el Canal de Suez estuvo en peligro todo este tiempo, y esa era la mayor preocupación de Gran Bretaña a corto plazo.

El Canal de Suez en 1917, una estampa idéntica a la que podemos ver en Lawrence de Arabia | Wikimedia Commons
El Canal de Suez en 1917, una estampa idéntica a la que podemos ver en ‘Lawrence de Arabia’ | Wikimedia Commons

A estos dos frentes en Sinaí y en Mesopotamia se sumaron el Cáucaso y Galípoli, de los que ya hablamos someramente en otra ocasión. El primero de ellos pretendía reactivar y dar carpetazo a un conflicto histórico en las fronteras entre Rusia y Turquía, una zona muy delicada para ambos Estados de la que hablaremos más delante; el segundo surgió para tender una ruta marítima entre los aliados occidentales y Rusia, que a su vez aislaría ambos lados del Imperio Otomano, haciéndolo más vulnerable y posibilitando un ataque donde más le dolía, Constantinopla.

Ninguna ofensiva salió bien. El Cáucaso fue un cementerio de turcos y Galípoli de británicos, los tímidos avances de las Potencias Centrales sobre el Sinaí fueron respondidos (sin demasiados costes humanos), enfangando a ambos bandos por el control sobre la península,  y el frente mesopotámico fue un desangre de tropas indo-británicas.

Sobre el tablero había tropas turcas sin demasiada formación, con un equipo deficiente ligeramente mejorado por las ayudas alemanas. Eso sí, estos campesinos demostraron ser rudos combatientes, y los jóvenes oficiales otomanos estuvieron en todo momento muy bien asesorados por generales alemanes. A pesar de todo, las intervenciones de los turcos no brillaron en ningún frente.

Los británicos tenían un ejército ligeramente mejor equipado y algo mejor entrenado, las tropas indias y egipcias no eran comparables a los veteranos del frente occidental, pero al menos tenían una formación mayor de combate británica y era algo que se notaba. Cuando en 1916 los británicos abandonaron la campaña de los Dardanelos (Galípoli), enviaron buena parte de esas tropas a Egipto para aumentar el número de efectivos y prepararon un plan para recuperar el control sobre el Sinaí en 1917.

Entretanto, en Mesopotamia, el mando británico preparó un avance sobre Bagdad para terminar de asegurar las posiciones capturadas en 1914, que no estarían del todo seguras hasta que capturaran la capital. Además el gobierno británico buscaba desarrollar una expansión agresiva para recuperar prestigio (y conseguir petróleo) en Oriente Próximo, una zona precariamente controlada por los otomanos, quienes ya habían perdido territorios en los años anteriores a la guerra. La ofensiva se vio afectada durante el asedio de Kut-al-Amara (a 130 km de Bagdad) en 1916, cuando se extendió una enfermedad entre las tropas indo-británicas que detuvo el avance, retrasando la campaña hasta el año siguiente.

Sin haber conseguido mucho más que defender el Sinaí y controlar el Golfo Pérsico, los británicos prepararon a sus ejércitos para continuar la doble ofensiva desde enero de 1917. El 9 de ese mismo mes, las tropas egipcio-británicas derrotaron a los otomanos en Rafah, lo que les confirió el control total sobre el Sinaí y les abrió las puertas de Gaza. Al mismo tiempo arrancó una nueva campaña en Mesopotamia, esta vez consiguiendo tomar Kut-al-Amara el 23 de febrero y  Bagdad el 8 de marzo.

Las tropas indo-británicas entrando en Bagdad | Wikimedia Commons
Las tropas indo-británicas entrando en Bagdad | Wikimedia Commons

Mientras que las tropas indo-británicas entraban en Bagdad cerrando la campaña mesopotámica, en Gaza comenzaron una serie de batallas que se extendieron hasta noviembre de 1917, enfrentando a las tropas británicas y otomanas, dirigidas respectivamente por Allenby y un Falkenhayn venido a menos. En realidad ambos generales habían participado en las campañas europeas, los dos con mala fortuna, aunque la caída de Falkenhayn fue mucho más sonada al pasar de Jefe del Estado Mayor a comandante de un frente residual. Oriente Próximo no fue una zona que marcara diferencias en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, aunque Galípoli podría haber cambiado esto, pero tras el fracaso de esta operación no hubo nada realmente crucial, salvo el reparto de futuros recursos e influencias sobre una zona desfigurada y reconstruida a base de parches.

La guerra en Oriente tuvo muchas diferencias con lo que estaba sucediendo en Europa. En el viejo continente la guerra de trincheras no tardó en extenderse, sin embargo, en Oriente Próximo permaneció la guerra móvil (con trincheras muy poco desarrolladas) durante todo el conflicto, sin olvidarnos de la guerra de guerrillas desarrollada por los rebeldes árabes. A pesar de la permanencia de métodos antiguos de guerra, se incorporaron nuevas armas como los aviones, que sirvieron para atacar objetivos seleccionados y planificar las batallas al detalle con labores de reconocimiento. Pero la inclusión de estas nuevas armas y métodos no cambió que la guerra continuase siendo móvil, con una participación masiva de la caballería en algunas operaciones.

Turcos defendiendo una de las líneas en Gaza, 1917 | Wikimedia Commons
Otomanos defendiendo una de las líneas en Gaza, 1917 | Wikimedia Commons

Con Allenby y Falnkenhayn enfrentándose en Gaza, un joven arqueólogo lideraba una guerra diferente desde el Hiyaz. Thomas Edward Lawrence fue un personaje singular en un escenario peculiar para lo que habíamos visto hasta ahora. En marzo de 1916 fue enviado para evaluar la posibilidad de una rebelión árabe (era un arqueólogo con conocimientos contrastados del territorio en los años anteriores), siendo positivo al respecto. La rebelión la comenzó Husein Ibn Ali, Jerife de La Meca, con quien los británicos pactaron extender la revuelta contra los otomanos a cambio de una futura Arabia independiente tras la guerra. Esta promesa no iba a ser cumplida porque existía el tratado de Sykes-Picot, que dividiría una buena parte de Oriente Próximo entre Francia y Gran Bretaña. Esto ocurrió en junio, en otoño Lawrence fue enviado al Hiyaz como enlace con los líderes, y desde allí debería ayudar a extender la rebelión al resto de Arabia.

Lawrence tras la toma de Aqaba | Wikimedia Commons
Lawrence tras la toma de Aqaba | Wikimedia Commons

El plan no salió del todo bien aunque sirvió a los propósitos de los Aliados. Lo único que se consiguió unir fue esta región, el Hiyaz, que estaba en manos de diferentes tribus que no siempre tenían las mismas pretensiones. Faisal (hijo de Husein, al mando del ejército) y Lawrence construyeron un ejército irregular más sólido de lo esperado, que entre otoño de 1916 y verano de 1917 logró arrebatar el Hiyaz del precario control otomano. Para coronar la exitosa campaña, a principios de verano las fuerzas de Lawrence tomaron Aqaba, que sirvió de base de operaciones del ejército de Faisal y como propaganda del éxito de la rebelión. La valerosa toma de esta ciudad le valió a Lawrence para ganarse el respeto de Allenby y la confianza de Faisal, adquiriendo una posición privilegiada. Junto a esta toma, las fuerzas lideradas por Lawrence realizaron una intensa actividad de guerra de guerrillas sobre el ferrocarril otomano, de modo que mientras Allenby avanzaba y luchaba por la costa en una guerra convencional, Lawrence lo hacía por el interior asaltando los suministros otomanos, una estrategia conjunta que dio buenos resultados.

En otoño de 1917, Allenby conquistó Gaza tras la tercera batalla y avanzó hacia Jerusalén, ciudad que tomó en diciembre y que ofreció como regalo de Navidad a Londres, donde hacían falta buenas noticias para dar el último empujón en el continente. 1918 se desarrolló de una manera parecida al año anterior: Allenby seguía avanzando por la costa, esta vez hacia Siria, y Lawrence lo hacía con sus tropas por el interior. Lo que cambió fue que los guerreros de Lawrence cada vez eran más profesionales, y acabaron la Primera Guerra Mundial considerados como uno de los más valiosos cuerpos del ejército Aliado en Oriente. Mientras que la guerra avanzaba hacia su conclusión, la relación de Lawrence con ambas cúpulas del poder se enfrió. Estaba a favor de la Arabia independiente pero era británico, y como ya se sabía que la promesa difícilmente iba a ser cumplida, se ganó la desconfianza de los árabes y la incomprensión de los suyos.

El reparto de Oriente Próximo

Los últimos coletazos de esta guerra fueron diplomáticos y sucedieron en Damasco en octubre de 1918, cuando la ciudad fue tomada por el bando Aliado. Lawrence ayudó a Faisal a crear un gobierno provisional árabe que presionó a Gran Bretaña y Francia para la consecución de una Arabia independiente, pero no consiguió nada. La tensión ya era máxima porque el pacto secreto de Sykes-Pictot era conocidos por casi todos e iba a ser imposible conciliarlo con el resto de promesas. Al acuerdo secreto y a las promesas a los árabes, se les unió la declaración de Balfour (secretario de asuntos exteriores británico), en la que expresaba el deseo de facilitar la formación de un hogar nacional para el pueblo judío (lo detallaremos más adelante) en Palestina.

El tratado de Sykes-Picot, en rojo GB, en azul FR y en verde Rusia | Wikimedia Commons

Los problemas eran evidentes. Sykes-Picot chocaba con todo, aunque se modificó para que cuadrara con la promesa al pueblo judío. Como resulta evidente, seguía afectando a la emancipación de Arabia. En lugar de conceder la independencia como se había prometido (salvo al Hiyaz, donde se formó un reino gobernado por Husein), los árabes, bajo el liderato de los Hachemitas (la familia de Husein y Faisal), quedaron confinados a zonas de influencia y tutela (en el mapa de arriba apreciamos las zonas de tutelaje en tonos más claros), una en el territorio francés y otra en el británico. Esta situación no contentó a muchos árabes, entre ellos Faisal, que dos años más tarde trató de independizar del poder francés una buena zona de Siria, creando un reino del que él sería el rey, pero las fuerzas francesas barrieron a los rebeldes. Este corto epílogo sobre la sublevación de Faisal ofrece una idea de lo mal cerrado que quedó el problema árabe.

Entretanto, Palestina pasaba a control británico, una maniobra que tenía más lecturas que simplemente darle nada gratis al pueblo judío. Lo que realmente querían los británicos con esto era obtener un cinturón de seguridad para proteger Suez de Francia, ya que de otro modo sólo tendrían poco más que el Sinaí, península que no habían conseguido defender demasiado bien. Además, con este movimiento Gran Bretaña se pondría de su lado a buena parte de la comunidad internacional judía, que tenía una presencia importante en Estados Unidos, actores con los que interesaba tener buenas relaciones. Que el territorio elegido fuese Palestina no fue arbitrario. Existía una demanda del movimiento sionista contemporáneo desde mediados del XIX, surgida a raíz de los pogromos originados en la Rusia zarista que se fueron extendiendo e intensificando a finales de siglo. La situación empujó a muchos judíos a buscar un hogar en Palestina desde finales del XIX y principios del XX, y los británicos pensaron que era buena idea aprovechar esta situación para ganar apoyos, a nivel internacional y local.

El genocidio armenio, un capítulo olvidado

Dentro de los territorios del Imperio Otomano se encontraba la Meseta Armenia, a los pies del Cáucaso, entre las fronteras de los otomanos, el Imperio Rusio y Persia. Era una zona de conflicto histórico entre las tres potencias, en la que los rusos habían recortado territorio desde principios del XIX a los otomanos.

Los problemas con la población armenia venían desde mediados del XIX y se intensificaron a finales de siglo. Los armenios habían ido adquiriendo consciencia de las pobres condiciones legales que tenían, y aprovecharon el Congreso de Berlín de 1878 para pedir la creación de provincias armenias y una serie de reformas con las que conseguir cierta seguridad jurídica. Estas peticiones, aprobadas en el congreso para quedar bien, chocaban con las pretensiones de una mentalidad otomana que buscaba un mayor control sobre sus súbditos. El antaño gigantesco Imperio Otomano había visto dramáticamente reducido su territorio controlado durante el siglo XIX, y en lugar de buscar una contraofensiva, la nueva mentalidad era la de consolidar el control sobre el territorio dominado. Ofrecer ciertas libertades y derechos a algunos de sus súbditos, especialmente a los armenios que estaban en la frontera con Rusia, era algo impensable para el Sultán.

Mapa con población armenia en 1896, en azul oscuro más del 50% | Wikimedia Commons
Mapa con población armenia en 1896, en azul oscuro más del 50% | Wikimedia Commons

A finales del XIX ya se tienen noticias de las primeras matanzas contra los armenios a manos de grupos irregulares formados por otras etnias, como kurdos, con el permiso del Sultán para actuar. De modo que en 1914 las relaciones ya estaba terriblemente dañadas entre ambos bandos. A pesar de todo, cuando los otomanos entraron en la guerra, los armenios manifestaron públicamente su lealtad a Constantinopla, gobernada ahora por los Jóvenes Turcos, un grupo político-militar que había cambiado al anterior Sultán por uno manejable, y quienes buscaban una Turquía cohesionada étnicamente. Los principales líderes armenios aceptaron el reclutamiento universal y 100.000 armenios engrosaron en las filas otomanas.

El plan turco era que estos 100.000 armenios traspasaran la frontera del Cáucaso y agregaran a los ruso-armenios al bando otomano, comenzando una sublevación contra el Zar en el territorio fronterizo. Los turco-armenios se negaron a hacerlo y hubo un número de ruso-armenios que se alistaron voluntariamente en el ejército zarista, a fin de cuentas, eran súbditos del Zar. Poco después los otomanos recibieron una de las derrotas más desastrosas de la guerra en Sarikamis, en la que participaron ruso-armenios. Aunque los turco-armenios desobedecieron una orden directa, y por ello cualquier soldado habría sido castigado, no tuvieron culpa alguna de que los ruso-armenios finalmente eligieran luchar en el ejército zarista ni de la derrota en Sarikamis. Las represalias que los otomanos llevaron a cabo no fueron sólo desmedidas, constituyeron uno de los capítulos más negros de la Primera Guerra Mundial y de la Historia de la Humanidad.

The New York Times fue uno de los diarios que más denunció el genocidio armenio | Wikimedia Commons
The New York Times fue uno de los diarios que más denunció el genocidio armenio | Wikimedia Commons

Lo primero que hicieron los otomanos fue castigar a los soldados, con ellos se procedió a una sistemática segregación, desarme, arresto y asesinato en 1914. Mientras esto ocurría en el ejército, los líderes armenios fueron arrestados y asesinados, y tras ellos, las palizas, violaciones y detenciones llegaron a las aldeas de etnia armenia. Los armenios arrestados fueron torturados, enviados a campos de trabajos forzados y ejecutados cuando no morían de agotamiento y hambre. Eran enviados a trabajar a zonas con duras condiciones climáticas tras interminables caminatas, sin apenas agua y pan que llevarse a la boca. La brutalidad fue tal que no era raro encontrar estantes llenos de cabezas de armenios.

Los otomanos argumentaban que los armenios se habían levantado en armas contra el Estado, que eran actos de guerra ante una sublevación a favor del Zar y, aunque es cierto que los turco-armenios respondieron con violencia, no dispararon un solo fusil hasta que los otomanos llevaron a cabo sus represalias por la supuesta conspiración armenia. Entre abril y agosto hubo una deportación masiva del resto de armenios, a muchos se les engañó y, en vez de enviarlos al extranjero como se les decía en un principio, los llevaron a campos de trabajos forzados donde encontraban la muerte. El castigo impuesto a los armenios fue tan brutal que los propios alemanes condenaron los hechos, que dejaron más de 1 millón de armenios muertos de entre 1,5 y 2 millones que habitaban el Imperio Otomano antes de la guerra. Un panorama desolador y olvidado hasta hace relativamente poco.

El Lincoln Daily Star se hizo eco de las matanzas de griegos en 1917 | Wikinedia Commons
El Lincoln Daily Star se hizo eco de las matanzas de griegos en 1917 | Wikimedia Commons

Junto a este contrastado exterminio sistemático de armenios, también conocemos otras matanzas, solo que contamos con peores datos derivados de un estudio menos profundo, así como disputas entre organizaciones y Estados sobre si llamarlos o no genocidios. Lo cierto es que en el plan de una Turquía cohesionada étnicamente no sólo no entraban los armenios, tampoco lo hacían los asirios en la frontera con Persia o los griegos del Ponto, todas estas etnias tenían algo en común, había numerosos cristianos entre ellos y tenían un historial más o menos largo de conflictos con Constantinopla. No podemos ofrecer buenos datos ya que no hay acuerdos al respecto, podemos encontrar cifras de 900.000 griegos muertos frente a otras que señalan que la población griega del Ponto era de 700.000. Aunque no contemos con buenos datos sí contamos con numerosos testimonios de diplomáticos extranjeros y otras personalidades que vieron de primera mano lo que ocurrió antes de que comenzara la Primera Guerra Mundial, durante y tras el armisticio. Páginas negras del pasado que no deben caer en el olvido, ya que Turquía sigue sin reconocer ni siquiera el genocidio armenio, a pesar de lo detalladamente conocido que está.

Bibliografía

–HOWARD, M: La primera guerra mundial, Crítica, 2002.

–STEVENSON, D: 1914-1918: Historia de la Primera Guerra Mundial, Debate, 2004.

Recursos

Genocidios en Oriente Próximo, de Hannibal Travis (índice de contenidos)

Centro de recursos del genocidio griego

Armenian National Institute

Breve historia del genocidio griego

-Artículos de The New York Times sobre diferentes matanzas

Publicado por

Graduado en Historia en Sevilla. Entré en esto para saber más de Grecia y Roma y acabé liándome con un tema de moriscos y rebeliones.

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Una respuesta a “La Primera Guerra Mundial en Oriente Próximo”

  1. MARCO CALLE dice:

    esta obra de historia me gusta

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