Conformación de bandos y la Revolución de 1905

Una vez que los rusos pudieron degustar el dulce sabor de la libertad, ya no hubo vuelta a atrás. Cualquier intento de Nicolás II por revocar la entrada de aires nuevos fueron ya en vano.

A comienzos del siglo XX, la situación de Rusia era bastante delicada. Por un lado, ya vimos cómo el Imperio zarista fue incapaz de derrotar a un incipiente Japón en las aguas de extremo oriental. Por el otro lado, la inestabilidad política, económica y social era la tónica habitual durante esos años. Los pilares heredados del XIX fueron una férrea censura política, una Iglesia ortodoxa desprestigiada, una burocracia imperial lenta y costosa, un ejército jerarquizado y escasamente moderno y una situación social crítica respecto al campesinado. Sobre esta base, comenzarán los primeros atisbos reales de la Revolución.

Opositores a la autocracia Zarista

La conformación de distintos bandos opuestos a las políticas del zar no surgieron por combustión espontánea, como pueden ustedes imaginar. El siglo XIX fue testigo de la conformación de las ideologías que determinarán el devenir de los principales movimientos políticos de la edad contemporánea. Algunos bebieronn de las raíces del romanticismo y otros de las interpretaciones de los ilustrados. En el caso de Rusia, ya vimos en artículos anteriores cómo existieron unos primeros movimientos pro-europeistas y eslavistas que se fueron configurando hacia liberales, nacionalistas, socialistas o populistas. Todos convergían en la idea de alterar el modelo zarista, uno de manera más radical y otros favorables al cambio progresivo.

Mapa satírico japonés de Rusia en 1904 | Fuente

A comienzos de la siguiente centura, encontramos dos bloques más o menos homogéneos: liberales y revolucinarios. Los primeros aspiraban a acabar con el absolutismo mediante la transición hacia una monarquía parlamentaria. Sus ideales quedaron reflejados en el periódico Liberación, que lograban introducir en Rusia a través de Alemania. En 1903 fundaron un partido político a-legal –Unión de Liberación– ya que la ley no contemplaba la existencia de fuerzas políticas. El líder de esa formación fue el historiador Pável Miliukov y sus seguidores fueron conocidos comos Kadetes o «constitucional-democráticos».

Al otro lado, estaban los revolucionarios. En ese grupo se unificaron gran parte de los movimientos socialistas y populistas que ya existían. Éstos últimos, al ver que no lograron convencer ni atraer al campesinado ruso, acabaron por volcarse en el ámbito urbano. Hubo algunos que optaron por la vía más radical, es decir, el atentado contra el zar. Así, en 1881 fundaron Narodnaia Volia («Voluntad del pueblo») cuyos miembros intentaron asesinar a Alejandro II. Años después hubo otra tentativa, aunque esta vez contra Nicolás II. Entre los conspiradores  se encontraba el hermano de Lenin, Alexander Ulianov, quien fue detenido y ejecutado junto a sus compañeros. Éste movimiento evolucionó con los años hasta constituirse como el Partido Socialista Revolucionario, situándose bajo las tesis materialistas de Marx.

El zar Nicolás II y su hijo, el zarevich, portan uniforme de oficial cosaco. La zarina está al lado del zar | Fuente.

Como bien aprendimos con el Movimiento Judaico Popular y el Frente Popular de Judea, hubo otro sector revolucionario que fundó en 1898 el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. A él pertenecieron figuras como Plejanov, Martov o Lenin. Sus fundadores fueron rápidamente arrestados y deportados a las gélidas estepas siberianas. A pesar de ello, convocaron un congreso desde el exilio en el que se produjo la escición de la formación en dos facciones: mencheviques y bolcheviques. Los primeros, liderados por Martov, eran partidarios de esperar al desarrollo capitalista de Rusia para que la masa proletaria fuese mayoritaria. Los segundos, inspirados por Lenin, no estaban dispuestos a cumplir con las fases que determinó Marx para alcanzar la «Dictadura del Proletariado», ya que la burguesía no aceptaría su revolución.

1905

El 28 de julio de 1904, el ministro del interior -conocido por su intransigencia y métodos ortodoxos- fue asesinado por una unidad de combate del Partido Social-Revolucionario y sustituido por el liberal Sviatopolsk-Mirsk. Ninguna de sus medidas aperturistas fueron aceptadas por Nicolás II, al igual que las propuestas del resto del gabinete de gobierno. En diciembre de ese mismo año comenzaron a organizarse revueltas violentas en Moscú, San Pertersburgo y Bakú. A la mala situación del país se sumaba la negativa del Zar a realizar cambio alguno. Además, no paraban de llegar las tétricas historias del conflicto con Japón. Incluso los liberales, que un mes antes habían organizado el congreso de su partido, acordaron que era el momento de dar los pasos necesarios hacia un régimen constitucional.

En enero de 1905, obreros de San Petersburgo convocaron una huelga en busca de la mejorar de sus condiciones laborales. El día 22, marcharon pacíficamente hacia el Palacio de Invierno con una carta en la que exponían al Zar sus reclamaciones. Sus aspiraciones no fueron exclusivamente políticas -como la convocatoria de elecciones constituyentes, sino que fueron mayormente trabajadores que reclamaban el derecho a vivir dígnamente. Las autoridades no tardaron en reaccionar ante el seguimiento que tuvo dicha marcha. Recordemos que cerca de un tercio del ejército ruso había sido dispuesto para tareas de represión.

La reacción imediata de los agentes de policía fue disparar a los manifestantes -provocando más de 100 muertos en las inmediaciones- seguida de una carga de la caballería cosaca. La cifra aumentó considerablemente a lo largo de las horas. La desproporcionalidad de las aurotidades dio nombre al famoso Domingo Sangriento. Pronto se extendió por casi toda Rusia la noticia de dicha jornada y dio razones a los que aún estaban indecisos para protestar contra el zarismo. Popularmente se conoce el suceso del Acorazado Potemkin -en el que los marineros pasaron a cuchillo a toda la oficializada- en el puero de Odesaa por la película de Serguéi Eisenstein, aunque se extendió a otras zonas. Hubo campesinos que llevaron el terror por bandera hacia aquellos que todavía defendieran el régimen, fue lo que se conoció como el gallo rojo.

Carga cosaca del «Domingo sangriento» | Fuente

La reacción de Nicolás II fue la de un autócrata temeroso e incapaz de manejar la situación. El desastre en el Extremo Oriente levantó la sospecha de un posible pronunciamento militar. Por ello cedió ante las propuestas partiendo por la sustitución del ministro del interior causante de la masacre. Por otro lado, realizó en octubre de 1905 un manifiesto orientado a satisfacer las reclamaciones de liberales: legalización de los partidos políticos, sufragio universal y el establecimiento de la Duma como una cámara legislativa. Como era de esperar, las agrupaciones socialistas-revolucionarias no quedaron satisfechas. De cualquier modo, su vida fue bastante corta. En 1906, el Zar disolvió la cámara -con mayoría liberal- ante los sucesivos intentos por ejecutar medidas aperturistas. Parecía que todo volvió al principio, sin embargo, nada supo igual una vez que se probó el sabor de la libertad.

Bibliografía

BOLINAGA, Íñigo: Breve historia de la Revolución Rusa. Madrid: Nowtilus, 2009.

FIGES, Orlando: La Revolución Rusa. 1891-1924. La tragedia de un pueblo. Barcelona: Edhase, 2000.

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Eterno aprendiz de historiador. Interesado en el concepto de libertad y los totalitarismos en el siglo XX.

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