La vía dorada – William Dalrymple

Desperta Ferro publica una obra que analiza la influencia global que irradió la antigua India

La vía dorada. Cómo la antigua India transformó el mundo | Desperta Ferro, tapa blanda, 416 pgs.

El papel de la antigua India como un motor esencial en el comercio global y un foco de influencia cultural es de sobra conocido. Sin embargo, al mismo tiempo puede ser enormemente infravalorado y, hasta cierto punto, olvidado por completo.

William Dalrymple quiere ayudar a subsanar esta situación en La vía dorada. Cómo la antigua India transformó el mundo. Publicado en español por Desperta Ferro, la obra del aclamado historiador escocés recorre más de un milenio de historia del subcontinente indio y ofrece algunos esbozos sobre los lugares en los que influyó, como la Toledo de los siglos XI-XII, la China Tang, el Califato abasí o el Imperio jemer.

El autor estructura La vía dorada de manera cronológica, desde los remotos orígenes de Buda y las hermosas grutas de Ajanta hasta el declive del subcontinente y el ascenso de Gengis Kan. A lo largo de sus páginas, divididas en diez capítulos, Dalrymple explora un amplio abanico de temas culturales, sociales, políticos y económicos que nos ayudan a comprender, como reza el subtítulo del libro, cómo la antigua India transformó el mundo. De este modo, ofrece una narrativa vibrante combinada con un análisis de mayor calado que no se hace árido.

Durante los primeros capítulos del libro, veremos cómo el budismo se extendió por el subcontinente indio, una religión que rápidamente encontró una gran acogida entre los comerciantes. Este es el hecho clave que permitió a las ideas indias traspasar las fronteras del Imperio mauria y tender, así, la vía dorada que conectó la India con Roma a través del Mar Rojo y los siempre complejos monzones.

Aunque este comercio ya estaba previamente establecido, y hubo comerciantes indios en Sumeria al menos desde el VII milenio a. C., no fue hasta la batalla de Accio, tras la que Roma se hizo con el control de los puertos del Mar Rojo, cuando el comercio con la India floreció hasta alcanzar unas cifras estratosféricas. La balanza de pagos acabó completamente desequilibrada hacia el subcontinente, los productos de la India atraían y generaban rechazo en el seno de la sociedad romana, dejando sus cuentas en un estado precario.

Como suele ocurrir con el comercio, tras el sonoro tintineo de las monedas tiene lugar un intercambio sutil, silencioso: el cultural. Las ideas no siempre viajan tan rápido ni tan obviamente como lo hacen las mercancías, pero van inevitablemente de la mano. Es aquí donde el libro adquiere más fuerza y donde Dalrymple ya deja alguna de sus propuestas más atrevidas: al igual que el cristianismo viajó a la India, ¿influyó el movimiento monástico budista en los primeros monasterios cristianos? No por atrevida carece de fundamento, aunque, eso sí, es una teoría que todavía requiere de mucha investigación.

En los siguientes capítulos, La vía dorada se centra en otras latitudes. Veremos la formación del Imperio kushano, con su amalgama de ideas persas y grecobactrianas que se mezclaron con el budismo cuando llegó al norte de la India y facilitó la conexión con China. Fue un momento esencial para comprender los cambios que experimentó el budismo, primero en Kushán y más tarde en China, una tierra a la que la religión ya había llegado, pero fue a partir de este momento en el que comenzó a extenderse y suponer un digno rival para el confucianismo y el taoísmo locales.

Veremos en estos compases del libro el viaje de Xuanzang, el monje en el que se basa el clásico de la literatura china Viaje al Oeste, a Nalanda en busca de sutras budistas. Un peregrinaje y estudio que le llevó años y, a su vuelta, fue recibido como un héroe en la china Tang. Pero fue su cercanía a la emperatriz Wu Zetian, quien llevó la religión a unos niveles de esoterismo pocas veces visto, lo que propulsó el budismo a religión de primer orden en China.

Tras los capítulos en Kushán y China, Dalrymple explora al viraje que dio la vía dorada a partir del siglo VI. El comercio con Roma llevaba tiempo en un lento declive, los problemas con los pueblos germánicos, la caída, las posteriores guerras perso-bizantinas y la expansión militar del islam desplomaron por completo las fructíferas vías comerciales. Mutatis mutandi, la dinastía Pallava ya había asentado su poder en el sudeste de la India, con un inmejorable acceso a las florecientes ciudades-estado del Suvarnabhumi, las Tierras del Oro.

En esta fase de La vía dorada, volvemos a ver los mecanismos del principio del libro: comercio acompañado de ideas, e ideas que son asumidas por los destinatarios, y adaptadas a su propia forma de entender el mundo. En estas tierras, desde Birmania a la isla de Java, penetraron distintas formas de budismo e hinduismo, mientras que otras ideas (sociedad de castas o la mayor inferioridad de la mujer) fueron rechazadas. Estas sociedades, aun fuertemente influenciadas por la India a través de los Pallava, desarrollaron su propio camino, y acabaron construyendo los mayores templos del budismo (Borobudur) y el hinduismo (Angkor Wat). Así mismo, los ricos intercambios culturales ayudaron al florecimiento Pallava, que legó algunas de las más bellas y exhuberantes formas de arte indio de la historia del subcontinente.

Dejando atrás el Sudeste Asiático, Dalrymple vuelve su mirada a Occidente para contarnos cómo los números indios llegaron a la cristiandad europea a través del Califato abasí. La vía dorada ahora se convierte en una pequeña biografía sobre los barmáquidas, la poderosa familia persa (budistas en origen) que hicieron de visires de los califas. Mostraron un enorme interés por la astrología y los números indios, materias con las que estaban familirizados dados sus orígenes afganos, otrora tierra del saber budista en Bamiyán.

Gracias a esta conexión, los números indoarábigos y los saberes astronómicos indios se extendieron por el mundo islámico, llegando a una Toledo que pasaría a manos cristianas a finales del siglo XI. Aunque, como deja constancia Dalrymple, estos saberes ya habían penetrado en Europa con anterioridad, la conquista de Toledo fue un hecho diferencial para la mejora de la compresión de las matemáticas en la cristiandad, del mismo modo que, más tarde, lo fueron los estudios de Fibonacci y su acercamiento a Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico.

Tiempos de florecimiento en Europa y el mundo islámico que coincidieron con el declive de la India, asediados por invasiones turcomanas y, más adelante, aislados por tierra con el violento avance de Gengis Kan. Una violencia que, paradójicamente, estableció una paz que permitió, por primera vez, el comercio seguro a gran escala por tierra entre Europa y Asia Oriental a través de la Ruta de la Seda. Situación que hizo menos necesarios los peligrosos viajes marítimos a merced de los monzones que tan bien dominaban los indios.

William Dalrymple hace algo de reflexión en estos compases finales, lo cual redondea La vía dorada. La India no resurgió durante siglos, víctima, en parte, de su propio éxito comercial. Influyó en sociedades que vio florecer como imperios, extendió sus ideas por el mundo, ideas que ayudaron al desarrollo científico europeo (puede incluso que las madrasas, cuyo debate sobre si influyeron en las universidades europeas sigue vivo, fueran herederas de las viharas budistas de Asia Central), y que permitieron, en parte, la Era de los Descubrimientos y el primer colonialismo. Una situación que acabó, irónicamente, con la India en manos británicas (véase La anarquía, de Dalrymple).

El autor cumple con lo que promete. Sus argumentos para demostrar que la antigua India cambió el mundo son numerosos y están bien estructurados y documentados. Presentados, como decíamos, en una narración atractiva (bellamente traducida por Ricardo García Herrero) que hará las delicias de todo tipo de lectores. No obstante, las poco más de 300 páginas se quedan cortas, y algunas de las preguntas que propone no son más pinceladas sueltas, ideas interesantes cuyas respuestas bien merecerían cien páginas cada una. Una pequeña crítica, si se me permite, que para nada desmerece una auténtica joya para cualquier biblioteca que se precie.

La vía dorada es una obra esencial para comprender la historia global, del budismo, la antigua India, el Sudeste Asiático y Asia Central y, a través de todos estos lugares, entender mejor la de Europa. William Dalrymple ha escrito una de esas rarezas que trascienden los límites de los departamentos universitarios, las narrativas tradicionales y que abren la puerta a lo que siempre ha de ser la Academia: debate.

☸️ En portada: Representación de un Jataka en el ciclo de Ajanta

William Dalrymple es un historiador, historiador del arte y escritor escocés. Ha dedicado su carrera al estudio de la India, en concreto a la política, sociedad y cultura de la época mogola y sus relaciones con Gran Bretaña y la Compañía de las Indias Orientales. Además de una prolífica carrera en la historiografía y la literatura, con obras como El retorno de un rey, La anarquía o El último mogol, ha guionizado series de televisión e incluso ha editado el CD The Rough Guide of Sufi Music.

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Graduado en Historia en Sevilla. Entré en esto para saber más de Grecia y Roma y acabé liándome con un tema de moriscos y rebeliones.

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